En un mundo en el que se priorizan los atajos, prima la impaciencia y gobierna lo instantáneo...no hay mucho espacio en el día a día para dedicarnos tiempo a nosotros mismos. Entre las prisas, las rutinas y las obligaciones, parece que no hay sitio para nuestro autocuidado, no tenemos tiempo para parar, para escucharnos...
No estamos entrenados en sentarnos a tomar un café con nosotros mismos, con nuestras emociones para escuchar lo que nos quieren decir. Y ese "desentrenamiento" tiene como consecuencia que las pocas veces que dejamos que aparezcan las emociones, esos momentos en los que se cuela alguna emoción "negativa", nos da miedo. No sabemos qué hacer con eso qué dice, no sabemos qué hacer con los pensamientos asociados, por lo que tendemos a evitarlo, lo escondemos debajo de la alfombra, lo metemos en la "mochila" para otro momento....
Pero, aunque te pongas una tirita sobre una herida, aunque no la veas, la herida sigue estando, y lo mismo pasa con nuestras emociones. Decidimos no mirarlas, pero están ahí, y al no dejarlas salir, iniciamos una lucha interna, pero como no las miramos, como no las conocemos, luchamos contra fantasmas.
El problema de tapar una herida con una tirita y no curarla, es que se puede infectar. Igualmente, cuando no escuchamos a nuestras emociones, se acumulan y aparecen más tarde de forma más intensa, produciéndonos todavía más rechazo y miedo y entramos en un bucle negativo en el que intentamos evitar estas emociones con más fuerza.
Las emociones "negativas" no nos generan bienestar, por lo menos, no a corto plazo, pero son una parte de nosotros mismos. Si me miro a mí mismo, puede que no me guste alguna parte de mi cuerpo, puede que le tenga especial manía, por ejemplo, a mi brazo derecho, pero ¿qué puedo hacer? Si no me gusta mi brazo, si mirarlo me genera malestar...¿me recomendarías que me lo cortara? O tal vez ¿me dirías que es una parte de mi y tengo que aprender a aceptarlo?
Las emociones son nuestra manera de reaccionar a lo que estamos viviendo, nos dan información y nos ayudan a conocernos a nosotros mismos. Cuanto más miedo me de una de mis emociones, más importante será que le dedique tiempo, que la conozca, que aprenda quién soy yo cuando siento esa emoción, qué siento, qué pienso, qué hago....Tendemos a huir de ella, pero el procedimiento sería justo el contrario, empaparme de esa emoción, hacerme experto en ella.
De esta forma la emoción desagradable no desaparece, pero sí mi lucha interna, sí el esfuerzo por evitarlo, sí la lucha contra fantasmas, sí el bucle, el estado de alerta permanente, el forzarme a estar "siempre bien" (si eso realmente existe).
Tus emociones son una parte de ti ¿qué quieres hacer con ellas?