“Vive y sé feliz”, “tú puedes con todo”, “piensa en positivo y todo saldrá bien”…
En la actualidad, le damos un protagonismo desmedido a la emoción de la felicidad, de todo el abanico de emociones que tenemos, solo nos damos derecho a expresar la alegría, y casi nos imponemos la obligación de ser felices, solo nos darnos permiso para sentir y expresar las emociones positivas y, por ende, clasificamos el resto como emociones negativas. Prohibidas. E intentamos no sentirlas, no expresarlas, extirparlas de nuestra cabeza, evitarlas…
Y entonces, la evitación, se convierte en el verdadero problema. Ya no es la tristeza, no es el miedo, no es el enfado… es la evitación, y el modo de vida que creamos a su alrededor.
Por ejemplo, si tengo miedo a las arañas, puedo ponerle nombre al miedo, identificarlo, aceptarlo y trabajarlo, o puedo evitar ir a cualquier sitio en el que piense o sospeche que puede haber una araña. Pero aunque, a priori, parezca más sencilla la evitación, ¿qué sobrecoste tiene evitar ir a estos sitios? ¿es posible controlar todos los factores? ¿llegaré a tener bienestar emocional a través de la evitación? ¿conseguiré sentirme bien y no estar en alerta permanente?
Aceptar el miedo no es fácil, trabajarlo no es fácil, exponerte a él no es fácil, pero es necesario. Especialmente si en vez de tener miedo a las arañas, tengo miedo a las “emociones negativas”, miedo al dolor, miedo al miedo, miedo a la tristeza… ¿es posible evitar estas emociones? ¿controlarlas?
Es importante aclarar que no expresar o identificar el miedo no significa no sentirlo. Ante cualquier situación, se genera una interpretación en cada una de nuestras cabezas, generamos pensamientos sobre ello, esos pensamientos se vinculan a una emoción, y después llevamos a cabo una conducta. Podemos elegir si compartimos o no nuestros pensamientos, si expresamos o no nuestras emociones, si tenemos una conducta u otra, pero no podemos elegir sentir o no sentir.
Es importante que seas sincero contigo mismo, las compartas o no, identifica tus emociones, acéptalas y decide si quieres trabajarlas. Pero no las niegues, no las evites. Las emociones no son positivas ni negativas, son parte de ti y son necesarias.
Cambia las frases populares de felicidad obligada por frases reales que sean adaptativas para ti, cambia el “debo ser feliz” por “tengo derecho a enfadarme”, “no tengo que pedir permiso para llorar” o “tener miedo es real”.
Acepta tus emociones como una parte mas de ti mismo y si encuentras barreras en el camino, pide ayuda.